Jesús perdido y hallado en el Templo

00.Jesus entre los doctores Catedral de la Dormicion Monasterio Kirillo Belozersky rango festivos 1497 (web) 

 

1.-Introducción

La escena, relativamente frecuente como tema del arte cristiano, también es conocida como "Cristo entre los doctores" o "Cristo en el Templo" (a pesar de la ambigüedad, ya que hay otros episodios en que Jesús se presenta en el Templo de Jerusalén -expulsión de los mercaderes del Templo-). La escena es algunas veces llamada la "Disputa" de Jesús en el Templo. Pero en hebreo se la denomina y conoce como "Jesús entre los maestros",3 debido a que así eran llamados los doctores y teólogos del judaísmo en tiempos de Jesús, y también porque algunos hebreos consideran que Jesús es un maestro.4 El episodio también puede encontrarse en el Evangelio árabe de la infancia, uno de los apócrifos.5 La denominación convencional de la escena como quinto misterio del Rosario es el Niño perdido y hallado en el Templo.6

2. La historia

Los padres de Jesús, María y José, acudían todos los años a Jerusalén por la Fiesta de Pascua Judía. A la edad de doce años y con ocasión de la visita a la ciudad, Jesús desapareció de la vista de María y José para dirigirse al Templo. Allí transcurrió un tiempo escuchando y preguntando a los doctores del Templo, quienes quedaron asombrados por sus conocimientos teológicos. Tardaron tres días en encontrarlo
Cuando los lunes y sábados rezamos el quinto misterio del Rosario, decimos “El niño perdido y hallado en el Templo” y no es seguro que, llevados por la rutina del rezo, nos demos cuenta de que la “y” copulativa une dos historias diferentes, bien diferentes.

2.1.-El niño perdido…


La primera, “El niño perdido [en Jerusalén]”, ocurre mientras la familia cumple con una de las peregrinaciones cultuales de la ley mosaica. El judío practicante debe hacer tres peregrinaciones anuales a Jerusalén. Son las que manda la Alianza:
Tres veces al año me has de festejar.
Son las festividades conocidas, respectivamente, como
Pésaj- La Pascua judía,
Shavuot- La festividad de las Semanas, o de Pentecostés, y
Sucot- La fiesta de los Tabernáculos.

En ellas, la visita al Templo era inexcusable, a ello se venía, a festejar y dar gracias Yavhé por las bendiciones recibidas, comenzando con la inicial de la Pascua, recibida al escapar de Egipto y de las tropas de Faraón. Los salmos graduales –salmos 120 al 134, así llamados porque son los que se rezan mientras se suben las gradas del Templo—

2.2.-…y encontrado en el Templo

Esta es la otra gran historia que se celebra en el Rosario, la conocida como “Cristo y los doctores de la Ley”. Nos dice que, cuando los padres no encontraron a su hijo en la caravana de vuelta, que no volvía con ellos ni con algún vecino o conocido, regresaron angustiados a Jerusalén a la búsqueda del niño perdido.

Podemos imaginarnos con que angustia rezaría la Virgen mientras recorría las calles de la ciudad:
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

(Sal 130, 1s)

Hasta que lo encontraron finalmente en el Templo, en tranquilo diálogo con los rabinos, con los maestros de la Ley.

3. Los textos

Del libro del Éxodo:
«Tres veces al año me has de festejar.(Ex 23,14)
Guardarás la fiesta de los Ácimos: Durante siete días comerás ácimos, como te mandé, en la fecha señalada del mes de abib, pues en él saliste de Egipto. Nadie se presentará ante mí con las manos vacías.
Celebrarás también la fiesta de la Siega, de las primicias de tus trabajos, de lo que hayas sembrado en el campo,
y la fiesta de la Recolección, al final del año, cuando hayas recogido del campo los frutos de tus trabajos.» (Ex 23,14-16)

«Guarda la fiesta de los Ácimos: durante siete días comerás panes ácimos, según te mandé, en el tiempo señalado del mes de abib, porque en el mes de abib saliste de Egipto.
Todo primer nacido macho que abra el vientre es mío, sea ternero o cordero. El primer nacido del asno lo rescatarás con un cordero y, si no lo rescatas, lo desnucarás. Rescatarás también al primogénito de tus hijos. Nadie se presentará ante mí con las manos vacías.
Seis días trabajarás, y al séptimo descansarás; incluso en la siembra o en la siega, descansarás.
Celebra la fiesta de las Semanas, al comenzar la siega del trigo, y la fiesta de la Cosecha, al terminar el año.
Tres veces al año se presentarán todos los varones en presencia del Señor, el Señor Dios de Israel» (Ex 34, 18-23) 3.1.Disputa con los doctores (El Verones) c.1560 Museo del Prado

 

El libro del Deuteronomio muestra cuán ligada a la vida del pueblo aparecen las prescripciones de la Alianza, de un pueblo que, una vez llegado a la tierra de la promesa, deja el nomadismo, se asienta y cultiva la tierra y el ganado:
«Observa el mes de abib celebrando la Pascua del Señor, tu Dios, porque en el mes de abib te sacó de Egipto el Señor, tu Dios» (Dt 16,1)
Contarás siete semanas; a partir del día en que metas la hoz en la mies, contarás siete semanas y celebrarás la fiesta de las Semanas en honor del Señor, tu Dios (Dt 16,9s)
La fiesta de las Tiendas la celebrarás durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y tu lagar (Dt 16,13)
Tres veces al año se presentarán todos los varones al Señor, tu Dios, en el lugar que él elija: por la fiesta de los Ácimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Tiendas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías. Cada uno ofrecerá su don, según la bendición que te haya dado el Señor, tu Dios» (Dt 16,16s)

Y el Nuevo Testamento, a través del Evangelio de Lucas, nos dice
«Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 41-50)

4. La leyenda

¿Cómo pudo el evangelista Lucas conocer este episodio?
Esta inicial pregunta, que puede ocurrírsele a cualquier lector que tenga mínimos conocimientos de las fechas de los escritos canónicos y de la historia sagrada del tiempo de Jesús, puede resultar una puerta abierta a un sinfín de interrogantes sobre el periodo de casi treinta años de vida oculta de nuestro Señor. Tras su estancia en Egipto, a donde fue huyendo de Herodes, y de donde volvió con tres años, hay un largo silencio de casi treinta sólo roto por el suceso que estamos comentando: que cuando tenía doce años acompañó a sus padres a Jerusalén.

Podemos inferir que Lucas recibió estas noticias de boca de la misma Virgen María. De hecho, el episodio de la búsqueda y el hallazgo está visto a través de la angustia vivida por los padres, pero sólo María conoció a los apóstoles, pues José murió mucho antes de comenzar Jesús su vida pública. ¿Quién, si no es María, puede describir el encuentro con estas palabras «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados» (Lc 2, 48)

Y, ante el espectáculo de ver debatir sobre la ley de Moisés públicamente, nada menos que en el mismo Templo de Jerusalén, a un infante de doce años con los propios guardianes de ella, los doctores, rabinos y sacerdotes, mientras «Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba». (2,47), ¿quién, sino María, podría resumir la aventura diciendo «Su madre conservaba todo esto en su corazón».(2,51).

¿Era la primera vez que iba?
Sigamos haciéndonos preguntas; por ejemplo, ésta. El sentido común nos dice que nadie deja a un niño de doce años deambular solo por una gran ciudad, para que vuelva cuando se termine la fiesta, bien con los padres que le han llevado, bien con algún vecino o familiar, según sea su elección, si es la primera vez que el crio va a la ciudad.

No, Jesús habría acompañado a sus padres otros años en las peregrinaciones rituales de la Ley, hasta el punto de gozar de la confianza de ellos respecto a su desenvolvimiento en Jerusalén. Lo que sorprendió a José y María es la decisión de Jesús de permanecer en el Templo durante la enseñanza de la Torá

¿Dónde había estudiado la Ley?
Por lo que sabemos sobre la Galilea de la época de Jesús, ni siquiera podemos decir con certeza que hubo una escuela en la ciudad donde se crió. En cualquier caso, podemos estar seguros de que los primeros maestros de Jesús fueron José y María, a quienes Él estaba en sujeción (Lc 2,51). Quizás los hermanos de Jesús, si eran mayores que Él, también participaron en su crianza y enseñanza.
Nazaret era un modesto pueblo de apenas 1.600 y 2.000 habitantes, de economía rural, en la baja Galilea, sin mayor importancia política o religiosa, desconocida por los escritos veterotestamentarios, que no la citan. Posiblemente dispondría de una sinagoga, destinada al culto sinagogal y a la enseñanza de la Torá. No era necesariamente una construcción en piedra exenta, bastaría para el servicio que contara con una sala amplia situada en alguna casa existente de grandes dimensiones.

Por eso, podemos estar seguros de que las enseñanzas de José y María fueron decisivas para el desarrollo cognitivo de Jesús, y de que de sus labios escucharon las leyes mosaicas y la historia obrada por Dios --¡su Padre¡-- con su pueblo. Escucharía también los términos de la Alianza que los liberó de la esclavitud en Egipto y, con una emoción difícil de imaginar.

5. La iconografía

Jesús entre los doctores es un motivo ampliamente representado en el arte y en todo tipo de soportes, sean tablillas, frescos, vitrales, miniaturas de libros de horas, etc. Puede contemplarse en iconos, vitrales, manuscritos, frescos, tablas y lienzos. Incluso en la escultura hay, ya sea en forma de relieves, retablos o tallas procesionales, una amplia representación artística que son parte de la iconografía de la vida de Jesús.

En esta iconografía no pueden faltar los personajes protagonistas, especialmente Jesús y los doctores rabínicos, siempre en el local del Templo de Jerusalén. La creatividad del artista, tras respetar el canon iconográfico de esta línea, se emplea en señalar las reacciones de los diferentes actores, mostrando los sentimientos variados que suscita la figura de Jesús: atención, interés, sorpresa, decepción, indignación, entusiasmo, etc.,

6. El icono

6.1.0.Jesus entre los doctores Catedral de la Dormicion Monasterio Kirillo Belozersky rango festivos 1497

6.1.1.Cristo en Majestad  Dionisio, año 1500

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús entre los doctores, Catedral de la Dormición del Monasterio Kirillo-Belozersky, de 1497

En el icono "Jesús entre los doctores", presente en el rango festivo del iconostasio de la Catedral de la Dormición del Monasterio Kirillo-Belozersky, de 1497, que aparece a la izquierda, puede verse la técnica y el simbolismo propio del arte bizantino. Salta a la vista la «pose» de Jesús, tan parecida al de «Cristo Entronizado» que en las mismas fechas realizó el gran maestro Dionisio, en 1500, que aparece a la derecha.

El estrado de varios escalones es aprovechado por el artista para situar a Jesús no sólo en el centro de la configuración, sino en posición más elevada que la del resto de los personajes.

Los personajes presentes muestran muy diversos sentimientos. Entre los situados en el lado derecho, el que ocupa el lugar extremo muestra una mano tendida, expresión no verbal de una escucha atenta y de una interpelación amable. En sentido contrario, el conjunto de tres personas en primer plano del lado izquierdo, físicamente en lugar diametralmente opuesto al del personaje anterior, muestra unos sentimientos también diametralmente opuestos al anterior, manteniendo una conversación entre ellos con absoluto desinterés por la conversación principal entre Jesús y los doctores de la Ley.,

Los edificios del fondo quieren significar que la escena tiene lugar en un lugar cerrado, a medio camino entre la institución veterotestamentaria del pueblo judío, que empieza a desaparecer con la llegada de Cristo, y la Nueva Alianza que va a ser lograda por Él para toda la humanidad a través de su muerte y resurrección.

Examinando los grupos de los restantes personajes pueden observarse rostros y posturas que traslucen las diferentes actitudes que se registraron en la escena real, aquella de Jesús que, con doce años, escuchaba, respondía a los doctores del Templo y maravillaba a «Todos los que le oían [que] quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba».

6.2.Jesus entre los Doctores Alberto Durero En general, la conducta observada por las autoridades judías con Jesús, que al cabo del tiempo consiguió su muerte en cruz, mereció el rechazo general del arte pictórico, que ridiculizaron en sus obras tales conductas.

En la obra de Durero, Jesús entre los doctores, de 1506, que se presenta al lado, se ridiculiza claramente aquellas posturas mediante rasgos y expresiones que delatan su extremismo e inhumanidad.

En el cuadro, aparecen varios doctores con libros en las manos, libros que contienen la Ley y sirve para cotejar inmediatamente lo que se dice con lo que está escrito en la Torá. Salvando el anacronismo de cambiar los "rollos" que contenían los textos sagrados por libros de factura mucho más tardía, vemos cómo aparece en el vértice inferior izquierdo un doctor con el libro cerrado y sus manos descansando sobre él, en clara señal de que no tiene controversia alguna con Jesús, al que escucha y mira con atención.

Entre la repulsa que es fácil sentir ante la hipocresía mantenida por la «nomenklatura» religiosa contra Jesús, más el hecho no insignificante de que en aquel tiempo el mayor mecenas artístico existente era, precisamente, la Iglesia de Roma, no es de extrañar que los artistas mostraran sus sentimientos personales mediante la existencia la existencia de personajes claramente grotescos en los lienzos que exponen este tema. Durero no es una excepción y, así, no falta en el relativamente pequeño grupo de rabinos el personaje bufonesco, que aquí aparece inmediatamente cercano a Jesús.

El espectador siente que está ante un discurso fuertemente simbólico cuyo lenguaje se esconde en los rasgos esquemáticos del lienzo. Le llama la atención en esta iconografía una narrativa que se le impone por encima de lo meramente artístico.

El símbolo ocupa el centro del cuadro. El conjunto de las manos de Jesús y de uno de los personajes es el foco de atención inmediato. Su plasticidad y gestualidad nos hablan de una disputa severa, en la que el doctor del Templo arguye ante Jesús reforzando la fuerza de su argumentario con el gesto de sus dedos.

El espectador no pasa indiferente ante el cuadro de Durero. Siente el eficaz impacto del mensaje antes de poder concentrarse en disfrutar de la calidad artística de la tela.

7. Reflexión teológica

La peregrinación a Jerusalén a la edad de doce años y el suceso de “el niño perdido y hallado en el Templo” es la última noticia de Jesús que hay en los Evangelios hasta el inicio de su vida pública, ya cumplidos los treinta años. Es el último relato de la infancia de Cristo y esos tres días de angustiosa búsqueda puede aparecer a la interpretación católica como un signo adelantado de lo que serán los tres días de Cristo, desaparecido muerto en la tumba de José de Arimatea. Tres días, entre el Viernes de Pasión y el Domingo de Resurrección, que simbolizan y realizan nuestra redención.

8. Oración

El pasaje evangélico deja en el creyente un mensaje inequívoco: «¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Nosotros también debemos estar en las cosas de nuestro Padre y, si no lo hacemos es porque nos falta la luz con que Jesús, con doce años, deslumbraba a «Todos los que le oían [que] quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

El salmo 36 nos ayudará a pedir a Dios esa luz de Cristo 

El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado:
no tiene temor de Dios, ni siquiera en su presencia.
Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia es como las altas cordilleras, tus juicios son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón.

Que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.

Salmo 36