Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).

El martirio de Juan Bautista

Juan  Bautista1. El icono

2.-Texto evangélico

3.-la historia

4.-Catequesis

5.-Oración

 En los iconos de la Iglesia griega -y otras orientales , el Bautista es figurado con alas, aparentemente de un ángel, y portando una bandeja o plato con su cabeza cortada. La figuración angélica hace recordar la misión de los ángeles como “mensajeros” de Dios y la presentación que de él hace Marcos :“Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1,2ss).

2.-Texto evangélico.

Muerte de Juan el Bautista

“Como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».  Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos».  Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado» (Mt 14, 1s).

"Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré».  Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».  Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista».  Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».  El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro”( Mc 6, 14-29; cfr. Mt 14, 8ss).

3.-La historia

Juan el Bautista

Para el desempeño de su misión contó con la gracia especial de ser santificado aún antes de nacer, tal como fue anunciado por el ángel, cuando María hace llegar al Salvador (recién concebido) a la casa de Isabel,  madre de Juan, que estaba de seis meses.

Su predicación y denuncia se dirigió no sólo a los hebreos, también a los poderosos como el rey Herodes Antipas, que había asesinado a su hermano Felipe para poder contraer matrimonio con su viuda, Herodías, tal como conocemos por los relatos de Flavio Josefo.

Herodes, temiendo una revuelta contra él, ordenó el ingreso en prisión de Juan y el relato evangélico no duda en señalar el duro juicio que le merece: "El tetrarca Herodes, a quien Juan reprendía por el asunto de Herodías, esposa de su hermano, y por todas las maldades que había hecho, añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel.”(Lc 3, 19s).>

Mateo nos da detalles de la intervención de Herodías y su hija  Salomé en la suerte final de Juan: Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran,y mandó decapitar a Juan en la cárcel.

Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.(Mt 14,3-11)

Alrededor de la suerte de la cabeza de Juan hay toda una saga de leyendas. Fue encontrada por Elena, la madre de Constantino, en el palacio de Herodes, y viajaría secretamente hasta Emesa; citando a Flavio Josefo, se ha afirmado que habría sido enterrada en Maqueronte;

Hoy en día, hay por lo menos tres lugares que se disputan la posesión de la preciada reliquia: la Catedral de Amiens, la Iglesia de San Silvestre en Roma y la Gran Mezquita de Damasco, en  Siria

El Bautista en la tradición de la Iglesia Ortodoxa Oriental.

La rica descripción evangélica de la vida de Juan Bautista es enriquecida en la tradición de la Iglesia Ortodoxa que, al igual que la Iglesia Católica,  considera a Juan el Bautista como el último de los profetas del Antiguo Testamento, que sirve como puente entre el período de la revelación veterotestamentaria, y la Nueva Alianza.

Su misión de Precursor la desempeña incluso tras la muerte. Muerto antes de que muriera y resucitara Jesús, Juan desciende al Hades y una vez más predica en él a Jesús, el Mesías que había de venir, de tal modo que es Precursor de Cristo en la vida y en la muerte. Según esta tradición sagrada, el Bautista se aparece a las personas que jamás han escuchado el mensaje del Evangelio, para predicárselo, cuando están a punto de morir, de modo que tengan oportunidad de salvarse.

Toda iglesia ortodoxa tiene un iconostasio, en el cual, hay siempre -en lugar de honor-, un icono de Juan el Bautista, colocado al lado derecho (mirando de frente) del icono de Cristo, es decir, hacia el lado "sur" del templo. Juan es frecuentemente mencionado durante la liturgia, y todos los martes del año le están dedicados devocionalmente.

 

4.-Catequesis

Podemos preguntarnos cómo puede seguirse de una denuncia religiosa, como era la predicación del Bautista, el encarcelamiento y la muerte dictada por el poder político. Sería una pregunta retórica cuando en nuestro tiempo, tras 2000 años después del martirio de Juan pasa eso mismo sin apenas disimulos.

En el mundo musulmán, que no es pequeño, la religión es más que un asunto de Estado: el Islam conforma el propio Estado, y la sharía sus leyes y preceptos son los supuestos prepolíticos sobre los que se asienta la "civitas", el acuerdo social. Pero sería una hipocresía intolerable ocultar que en el mundo occidental, que tampoco es una parte insignificante de nuestro planeta, la "dictadura del relativismo" ejerce una presión intolerable sobre la libertad y la conciencia de sus ciudadanos.  

La historia de Israel conocía suficientemente la peripecia de los hombres que, elegidos por Dios ejerciian el ministerio profético. Denunciar la injusticia, la opresión, el olvido del menesteroso o del inmigrante, tanto al pueblo como al poder, sea este civil o religioso, se pagaba al precio de la persecución y de la muerte. Como no se cansaba de mostrar Jonás, no era el oficio de profeta un empleo agradecido...

No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor
 (San Beda el Venerable, Liturgia de las Horas, 29 de agosto).

Hoy, en la segunda mitad de la segunda década del S. XXI, se sufre cárcel, exclusión social, persecución política y, no en raras ocasiones, la muerte, por no callar la verdad. Lo "políticamente correcto" es una losa que aplasta por igual en países ya occidentales, ya árabes o musulmanes, ya sea comunistas... la libertad y la dignidad de los ciudadanos. Como en tiempos de Cristo, los numerosos Herodes de hodierno que en todas partes surgen como hongos persiguen al que no calla la verdad.

"Vemos esta gran figura, esta fuerza en la pasión, en la resistencia contra los poderosos. Preguntamos: ¿de dónde nace esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, entregada de modo tan total por Dios y para preparar el camino a Jesús? La respuesta es sencilla: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino durante largo tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel (cf. Lc 1, 13); un don grande, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada e Isabel era estéril (cf. Lc 1, 7); pero nada es imposible para Dios (cf. Lc 1, 36). 

Celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad, no admite componendas. La Verdad es Verdad, no hay componendas.

La vida cristiana exige, por decirlo así, el «martirio» de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, la valentía de dejar que Cristo crezca en nosotros, que sea Cristo quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones." (Benedicto XVI, papa. Catequesis, 2012).

Juan el Bautista"Un hombre, Juan, es un camino, que es el camino de Jesús, indicado por el Bautista, pero es también el nuestro, en el cual todos estamos llamados en el momento de la prueba.

Es preciso reflexionar sobre estos caminos paralelos a lo largo de los cuales el grande sufre muchas pruebas y llega a ser pequeño, pequeño, pequeño, pequeño hasta el desprecio. Juan, como Jesús, se abaja, conoce el camino del abajamiento. Juan con toda esa autoridad, pensando en su vida, comparándola con la de Jesús, dice a la gente quién es él, como será su vida: “Conviene que Él crezca, yo en cambio debo disminuir”. Es esta la vida de Juan: disminuir ante Cristo, para que Cristo crezca. Es la vida del siervo que deja sitio, abre camino, para que venga el Señor.

A lo largo del camino de Juan se asomó la oscuridad del error, la oscuridad de una vida consumida en el error. Y esto fue para él una cruz.

Por último, después de esta purificación, después de este continuo caer en el anonadamiento, dando lugar al abajamiento de Jesús, termina su vida. El rey, perplejo, es capaz de tomar una decisión, pero no porque su corazón se haya convertido; sino más bien porque el vino le da valor.

Cuando leo este pasaje, me conmuevo. Pienso en dos cosas: primero, pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, esos hombres, mujeres y niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus casas, torturados, masacrados. Esto no es algo del pasado: hoy sucede esto. Nuestros mártires, que terminan su vida bajo la autoridad corrupta de gente que odia a Jesucristo. Por eso nos hará bien pensar en nuestros mártires."  (Francisco, Papa, 6 de febrero de 2015) 

5. ORACION

Dios nuestro, que quisiste que san Juan Bautista fuera el precursor de tu hijo, tanto en su nacimiento como en su muerte, concédenos que así como el dio su vida por dar testimonio de la verdad y de la justicia, así también nosotros entreguemos generosamente la nuestra al testimonio y servicio del Evangelio, por nuestro Sr. Jesucristo...