Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).

Los desposorios de María

Compromiso de José

 

 

 

 

 

 

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1. Introducción

En la contemplación de la vida de María según sus etapas lógicas hemos visto anteriormente, dentro de las “Fiestas marianas”, primeramente su nacimiento y, seguidamente, su entrada siendo niña al servicio del Templo.

En este capítulo va a contemplarse un evento singular en la vida de la Virgen, su Desposorio con José 

Los apócrifos recogen el hecho de la siguiente forma:
"Y, después de haber celebrado un sacrificio conforme al uso de la ley, dejaron allí a la Virgen, para ser educada en el recinto del templo, con las demás vírgenes. Y ellos regresaron a su casa". (Evangelio de la Natividad de María, 3)

Cuando pasaron los años, la estancia de María en el Templo una vez llegada su pubertad planteaba dos problemas:
.- Por un lado, la menstruación con su flujo de sangre, producía un estado de impureza legal en la mujer, incompatible con su servicio en el Templo.
.-Por otro, la bendición de Dios se daba en los hijos, no en la soltería infecunda.

Las autoridades del Templo quisieron resolver estas cuestiones como habitualmente se hacía con los muchachas que prestaban en su infancia servicio en él: sacándolas del Templo a los 14 años para que buscaran marido. La singularidad de María plantea un problema inédito, tal como nos lo cuentan varias leyendas:

• La más antigua es del "Proto Evangelio de Santiago", de finales del siglo II,
• La "Historia de José el Carpintero", una leyenda de origen egipcio, del siglo IV,
• El “Evangelio de la Natividad de María", datado a finales del siglo V.
• El "Evangelio de Pseudo-Mateo", igualmente tardío y nacido entre cristianos provenientes de ambientes judíos.
• La Leyenda Áurea, que deriva del Pseudo-Mateo.

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2.- La historia

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Las narraciones de los sucesos que conducen a los Desposorios de María y José no siempre coinciden en todos los detalles: nombres, sujetos, discursos, etc., pero bajo la literalidad de lo que dicen subyace unánime una verdad profunda: Dios mismo dispuso milagrosamente los signos de su elección por José, ante la cúpula sacerdotal de Jerusalén y ante el pueblo entero.

Nos acercaremos a este misterio de la vida de la Virgen siguiendo esencialmente la versión del “Evangelio de la Natividad de María”, datado a finales del siglo V. Este texto dice al llegar María a “la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario?

Entonces el Gran Sacerdote anunció en público que todas las vírgenes que habían sido educadas en el templo, y que tenían catorce años, debían volver a sus hogares, y casarse, conforme a la costumbre de su nación y a la madurez de su edad. Todas las vírgenes obedecieron con premura esta orden.

Sólo María, la Virgen del Señor, declaró que no podía hacerlo. Como sus padres la habían consagrado primero a Dios, y ella después había ofrendado su virginidad al Señor, no quería violar este voto, para unirse a un hombre, fuese el que fuese.
El Gran Sacerdote quedó sumido en la mayor perplejidad. Él sabía que no era lícito violar un voto contra el mandato de la Escritura, que dice: “Haced votos, y cumplidlos”. Mas, por otra parte, no le placía introducir un uso extraño a la nación.

Ordenó, pues, que, en la fiesta próxima, se reuniesen los notables de Jerusalén y de los lugares vecinos, por cuyo consejo podría saber cómo le convendría obrar en una causa tan incierta

Y, cuando todos se congregaron, Abiathar, el Gran Sacerdote, se levantó, y subió a lo alto de las gradas, a fin de que pudiese verlo y oírlo todo el pueblo. Y, habiéndose hecho un gran silencio, dijo: “Escuchadme, hijos de Israel, y atended a mis palabras. Desde que el templo fue construido por Salomón, moran en él vírgenes, hijas de reyes, de profetas, de sacerdotes, de pontífices, y estas vírgenes han sido grandes y admirables. Sin embargo, no bien llegaban a la edad núbil, seguían la costumbre de nuestros antepasados, y tomaban esposo, agradando así a Dios. Únicamente María ha encontrado un nuevo modo de agradarle, prometiéndole que se conservaría siempre virgen. Me parece, pues, que, interrogando a Dios, y pidiéndole su respuesta, podemos saber a quién habremos de darla en guarda”.

Así se hizo, y fue común parecer que había que consultar sobre ese punto a Dios. Y, mientras todos se entregaban a la oración, el Gran Sacerdote avanzó para consultar al Señor, según la costumbre. Y, a poco, una voz, que todos oyeron, salió del oráculo y del lugar del propiciatorio. Y esa voz afirmaba que, de acuerdo con la profecía de Isaías, debía buscarse a quien debía desposar y guardar aquella virgen. Porque es bien sabido que Isaías vaticinó: “Y saldrá una vara del tronco de Jesé, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de inteligencia y de sabiduría, espíritu de fortaleza y de consejo, espíritu de conocimiento y de temor de Dios”.

Y, conforme a esta profecía, el Gran Sacerdote ordenó que todos los hombres de la casa y de la familia de David, aptos para el matrimonio y no casados, llevasen cada uno su bastón al altar, y que debía ser confiada y casada la virgen con aquel cuya vara produjera flores, y en la extremidad de ella reposase el espíritu del Señor en forma de paloma.

Y había, entre otros, un hombre de la casa y de la familia de David, llamado José y ya avanzado en edad. Y, mientras que todos fueron ordenadamente a llevar sus bastones, él omitió llevar el suyo
Y, como nada apareció que correspondiese al oráculo divino, el Gran Sacerdote pensó que había que consultar de nuevo al Señor. El cual respondió que, de todos los que habían sido designados, sólo el que no había llevado su vara, era aquel con quien debía casarse la Virgen. José fue así descubierto. Y, cuando hubo llevado su vara, y en su extremidad reposé una paloma venida del cielo, todos convinieron en que a él le pertenecía el derecho de desposar con María.

2. Y, una vez celebrados los desposorios, se retiró a Bethlehem, su patria, para disponer su casa, y preparar todo lo necesario para las nupcias. Cuanto a María, la Virgen del Señor, volvió a Galilea, a casa de sus padres, con otras siete vírgenes de su edad y educadas con ella, que le había dado el Gran Sacerdote. (Evangelio de la Natividad de María, caps. VII y VIII)

Con idéntica plasticidad se relata la elección de José como esposo de María en el Evangelio del Pseudo-Mateo:

2. Toda la asamblea aprobó este discurso. Y los sacerdotes echaron suertes entre las doce tribus, y la suerte recayó sobre la tribu de Judá. Y el Gran Sacerdote dijo: Mañana, venga todo el que esté viudo en esa tribu, y traiga una vara en la mano. Y José hubo de ir con los jóvenes, llevando también su vara. Y, cuando todos hubieron entregado sus varas al Gran Sacerdote, éste ofreció un sacrificio a Dios, y lo interrogó sobre el caso. Y el Señor le dijo: Coloca las varas en el Santo de los Santos, y que permanezcan allí. Y ordena a esos hombres que vuelvan mañana aquí, y que recuperen sus varas. Y de la extremidad de una de ellas saldrá una paloma, que volará hacia el cielo, y aquel en cuya vara se cumpla este prodigio será el designado para guardar a María.

Desposorio-Maria_Hagia-Sofia,Kiev_S.XI.jpg3. Y, al día siguiente, todos de nuevo se congregaron, y, después de haber ofrecido incienso, el Pontífice entró en el Santo de los Santos, y presentó las varas. Y, úna vez estuvieron todas distribuidas, se vio que no salía la paloma de ninguna de ellas. Y Abiathar se revistió con el traje de las doce campanillas y con los hábitos sacerdotales, y, entrando en el Santo de los Santos, encendió el fuego del sacrificio. Y, mientras oraba, un ángel le apareció, diciéndole: Hay aquí una vara muy pequeña, con la que no has contado, a pesar de haberla depositado con las otras. Cuando la hayas devuelto a su dueño, verás presentarse en ella la señal que se te indicó. Y la vara era la de José, quien, considerándose descartado, por ser viejo, y temiendo verse obligado a recibir a la joven, no habían querido reclamar su vara. Y, como se mantuviese humildemente en último término, Abiathar le gritó a gran voz: Ven y toma tu vara, que es a ti a quien se espera. Y José avanzó temblando, por el fuerte acento con que lo llamara el Gran Sacerdote. Y, apenas hubo tendido la mano, para tomar su vara, de la extremidad de ésta surgió de pronto una paloma más blanca que la nieve y extremadamente bella, la cual, después de haber volado algún tiempo en lo alto del templo, se perdió en el espacio.
4. Entonces todo el pueblo felicitó al anciano, diciéndole: Feliz eres en tu vejez, pues Dios te ha designado como digno de recibir a María. Y los sacerdotes le dijeron: Tómala, puesto que has sido elegido por el Señor en toda la tribu de Judá. Pero José empezó a prosternarse, suplicante, y les dijo con timidez: Soy viejo, y tengo hijos. ¿Por qué me confiáis a esta joven? Y el Gran Sacerdote le dijo: Recuerda, José, cómo perecieron Dathan, Abirón y Coré, por haber despreciado la voluntad del Altísimo, y teme no te suceda igual, si no acatas su orden. Y José le dijo: En verdad, no menosprecio la voluntad del Altísimo, y seré el guardián de la muchacha hasta el día en que el mismo Dios me haga saber cuál de mis hijos ha de tomarla por esposa. Entretanto, dénsele algunas vírgenes de entre sus campaneras, con las cuales more. Y Abiathar repuso: Se le darán vírgenes, para su consuelo hasta que llegue el día fijado para que tú la recibas, porque no podrá casarse con ningún otro que contigo.

5. Y José tomó a María con otras cinco doncellas, que habían de habitar con ella en su casa. Y las doncellas eran Rebeca, Sefora, Susana, Abigea y Zahel, a las cuales los sacerdotes dieron seda, lino, jacinto, violeta, escarlata y púrpura. Y echaron suertes entre ellas, para saber aquello en lo que cada una trabajaría, y a María le tocó la púrpura destinada al velo del templo del Señor. Y, al tomarla, las otras le dijeron: Eres la más joven de todas, y, sin embargo, has merecido obtener la púrpura. Y, después de decir esto, empezaron a llamarla, por burla, la reina de las vírgenes. Pero, apenas acabaron de hablar así, un ángel del Señor apareció en medio de ellas, y exclamó: Vuestro apodo no será un apodo sarcástico, sino una profecía muy verdadera. Y las jóvenes quedaron mudas de terror, ante la presencia del ángel y sus palabras, y suplicaron a María que las perdonase, y que rogase por ellas. (Evangelio del pseudo-Mateo, cap. VIII, 2-5).

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3.-Vida de José y María

Cuando ocurren los hechos antes relatados, “el pueblo felicitó al anciano” que había sido elegido entre todos los convocados por el Gran Sacerdote con el anuncio: “Mañana, venga todo el que esté viudo en esa tribu, y traiga una vara en la mano”. Es, pues, un hombre de estado viudo y de avanzada edad.

Había sido sacerdote en el Templo, del que salió cuando enviudó a la edad de 80 años y trabajó de carpintero para sostener a su familia, de la que se conocen cuatro varones, Judá, Josetos, Jacobo y Simeón, y dos hijas, llamadas Lisia y Lidia.

José, esposo

El-sueño-de-San-Jose-el-prometido

El sueño de San José el prometido

Los textos bíblicos siempre hablan de 'desposorio':
• En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José;(Lc 1, 26ss)
• José fue a Belén, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Lc 2,5
• La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. –(Mt 1,18ss)

El Catecismo de la Iglesia Católica es tan parco en José como los mismos Evangelios,

El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el del Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el principio él es "a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo"(Jn 10, 36), concebido como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su esposa" encinta "del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1, 16; cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2, 8; Ap 22, 16). (CIC, 437)

Según estos textos es claro que en el momento de la Anunciación, María estaba ciertamente desposada con José y permanecía virgen según la promesa hecha por ella desde su niñez.

La anunciación
En este estado de vida esponsal tiene lugar la Anunciación del ángel y, en ella, el conocimiento del embarazo de Isabel.

La visitación a Isabel
“En el mes sexto [del embarazo de Isabel], el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María (Lc 1, 26s)

Conocida por María la feliz nueva sobre su prima, se pone en marcha para visitarla, y “María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa” (Lc 1, 56)

El embarazo de María
La vuelta desde Judá a Nazaret no fue un evento pacífico. Con tres meses el embarazo de María ya era evidente en la intimidad de la casa de la familia de José. Y, con ello, la turbación comprensible de José porque María
“antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo ».(Mt 1, 18)

Al descubrir que María estaba embarazada, atribuyó este embarazo a cualquier causa natural como resultado de la pasión entre jóvenes. Se propuso resolver el asunto en secreto para que ella no fuera acusada o expuesta al deshonor público.

Para ello, José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».(Mt 1, 19ss)

El-sueño-de-San-Jose-el-prometidoEn el icono de la Natividad de Jesús, en el vértice inferior izquierdo aparece la escena de José, doblado de pesar ante una realidad que le deja perplejo, mientras es tentado por Satanás.

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3.1.-Muerte de José

El relato apócrifo la "Historia de José el Carpintero", una leyenda de origen copto, del siglo IV, describe los últimos años de José, en forma de relato puesto en boca de su hijo, el propio Jesús. Cuenta que, finalmente, el anciano llegó a una edad muy avanzada. Sin embargo, “pasado tan largo lapso, su cuerpo no estaba debilitado. Sus ojos no habían perdido la luz y ni un solo diente había perdido su boca. En ningún momento le faltó prudencia y buen juicio, antes permanecía vigoroso como un joven, cuando ya su edad había alcanzado el año ciento once.” (Historia de José el Carpintero, X)

Cuando José supo que pronto descansaría, se levantó y fue a Jerusalén, al templo del Señor, y derramó su oración ante el santuario. Y ocurrió que la muerte de mi padre se acercó, según es ley del hombre. Cuando su cuerpo sintió la enfermedad, su ángel le advirtió: En este año morirás. Y su alma se turbó y fue a Jerusalén, al templo del Señor, y se prosternó ante el altar, diciendo: “¡Oh, Dios, padre de toda misericordia y de toda carne, Dios de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu, pues que los días de mi vida en este mundo se han cumplido, he aquí que yo te ruego, Señor Dios, envíes a mí al arcángel San Miguel, para que esté junto a mí hasta que mi pobre alma salga de mi cuerpo, sin dolor y sin turbación!“ (Historia de José el Carpintero, XII y XIII.)

Luego regresó a Nazaret y fue repentinamente afectado por una enfermedad, lo que lo hizo quedarse en su cama. La enfermedad pesaba sobre él. Según cuenta el libro que estamos siguiendo, Cristo mismo escuchó la confesión del justo, “Viendo que mi padre José hablaba de tal forma, me levanté y fui hacia él, que estaba acostado, y lo hallé turbado de alma y de espíritu. Y le dije: Salud, mi querido padre José, cuya vejez es a la vez buena y bendita. Él, con gran temor de la muerte, me contestó: ¡Salud infinitas veces, mi hijo querido! He aquí que mi alma se apacigua después de escuchar tu voz. ¡Jesús, mi Señor! ¡Jesús, mi verdadero rey! ¡Jesús, mi bueno y misericordioso salvador! ¡Jesús, el liberador! ¡Jesús, el guía! ¡Jesús, el defensor! ¡Jesús, todo bondad! ¡Jesús, cuyo nombre es dulce y muy untuoso a todas las bocas! ¡Jesús, ojo escrutador! ¡Jesús, oído atento! Escúchame hoy a mí, tu servidor, que te implora, y que solloza en tu presencia. Tú eres Dios, en verdad.” (XVII)

Con esta cronología, en que su muerte acaeció con 110 años cumplidos, Jesús rondaría la edad de 30 años; es decir, que la vida pública de nuestro Señor comienza con José ya desaparecido.

La virtud de San José se resume en las palabras del evangelista Mateo que dice " José, su esposo, como era justo” (1, 19) y, con ello, en el mejor elogio, hecho por el Evangelio mismo.

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3.2.-La viudez de María

Es tradicional que durante la vida pública de Jesús aparezca la Virgen María viviendo como viuda, sin que sea mencionado José en momento alguno. No está presente ni en Caná, ni en los relatos de la Pasión, hasta el punto de que el cuerpo de Jesús, una vez muerto en la cruz, es entregado al de Arimatea. Esta falta de protector de María, una vez que Jesús conoce que va a morir, la resuelve encomendando su cuidado al discípulo amado. No sería un gesto comprensible si María siguiera contando con José.

El Evangelio de Lucas narra la historia de la peregrinación de toda la familia al Templo de Jerusalén, cuando Jesús tiene 12 años. En ella, José aparece mencionado por última vez. No hay mención de él en el futuro ( Lucas 2, 41ss).

Josep-el-prometido_Fragmento-del-icono-Nuestra-Senora-del-Kikk-con-los-profetas.S XII_(Monasterio-de-los-Vec.-Catalina_Sinai)

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4.-El icono

No abundan en la iconografía bizantina o rusa los iconos sobre el tema de los Desposorios de María y José, y las menciones que hay suelen ser del siglo XVI en adelante, normalmente en deliciosas presentaciones donde ambos cónyuges se entregan los anillos mientras lucen los símbolos propios de su santoral: la vara florecida y la paloma sobre el bastón.

Mosaico en la pared occidental del nártex interno
(Kahri Jami, Monasterio de Chora, Estambul (Constantinopla), Turquía)

 

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 5.- La fiesta

Celebrar los esponsales de la Virgen es una práctica propia de la Iglesia Latina, señalando así la importancia que da a la realidad esponsal del compromiso entre José y la Virgen María. Por eso, de María se dice “desposada” con José (“María, su madre, estaba desposada con José”, Mt. 1,18) porque el matrimonio nunca fue consumado.

El culto a José comenzó a promoverse a finales del siglo XV; el primer conocimiento preciso de la fiesta en honor a los esponsales de María data del 29 de agosto de 1517, cuando con otras nueve Misas en honor a María, fue otorgada por León X a las Monjas de la Anunciación, fundada por Santa Juana de Valois.

Actualmente, se celebra en la Iglesia Latina el 23 de enero, aunque no de forma unánime; en muchos países hispanoamericanos el 26 de noviembre.

Calendario año 1952En España aparece su festividad el 23 de enero de 1952 en el Calendario Meteoro-fenológico (pág. 20).

Diario de Avisos de Madrid, 26.11.1831.- En el Diario de Avisos de Madrid del 26 de noviembre de 1831 se anuncia, como festividad del día, Los Desposorios de Nuestra Señora y más adelante, en la pág. 1358, se dice que con esta ocasión hay “solemnes cultos que la real congregación del glorioso patriarca San José y la Buena Muerte establece....en la iglesia de San Francisco de Paula”

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6.-Teología

El estudio teológico profundo de los aspectos que concurren en el tema de los Desposorios de María y José se debe a Santo Tomás de Aquino. Para quien guste conocer de la acción de Dios en María, transcribimos su tema:

Sobre los desposorios de la Madre de Dios

Suma teológica - Parte IIIa - Cuestión 29

“Corresponde a continuación tratar de los desposorios de la Madre de Dios. Y sobre esto se plantean dos preguntas:

  1. ¿Debió nacer Cristo de una mujer desposada?
  2. ¿Existió verdadero matrimonio entre la Madre de Dios y José?

Artículo 1: ¿Debió nacer Cristo de una virgen desposada?lat

Objeciones por las que parece que Cristo no hubiera debido nacer de una virgen desposada.

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1. Porque los desposorios se ordenan a la unión carnal. Pero la Madre del Señor jamás quiso usar de tal unión, porque eso iría en perjuicio de la virginidad que tenía proyectada. Luego no debió estar desposada.
2. El que Cristo naciese de una virgen fue un milagro. De donde dice Agustín en su Carta A.d Volusianum: El mismo poder de Dios que hizo salir a través de las entrañas virginales intactas los miembros del hijo, es el que hizo pasar los miembros del joven a través de las puertas cerradas. Si se tratase de averiguar la razón de esto, dejaría de ser maravilloso; y en caso de exigir un ejemplo, no sería singular. Pero, haciéndose los milagros para confirmar la fe, deben de ser manifiestos. Por consiguiente, al quedar oscurecido este milagro a causa de los desposorios, parece que no fue conveniente que Cristo naciese de una virgen desposada.
3. Ignacio Mártir, como dice Jerónimo, Super Matth., asigna esta causa a los desposorios de la Madre de Dios: Que su parto quedase oculto al diablo, mientras piensa que había sido engendrado no de una virgen, sino de una esposa. Pero tal causa carece de valor, ya porque el diablo conoce, merced a la perspicacia de su inteligencia, los hechos reales, ya porque luego los demonios conocieron de algún modo a Cristo mediante numerosos signos evidentes. Por eso se dice en Me 1,23-24 que un hombre poseído de un espírítu impuro gritó, diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé que eres el Santo de Dios. Luego no parece haber sido conveniente que la Madre de Dios fuera una virgen desposada.
4. Jerónimo añade otra razón: para que la Madre de Dios no fuera lapidada por los judíos como adúltera. Pero tal razón parece inconsistente, pues, en caso de no haber estado desposada, no podría ser condenada por adulterio. Y así no parece haber sido razonable que Cristo naciese de una virgen desposada.
Contra esto: está lo que se lee en Mt 1,18: Estando desposada María, su Madre, con José; y en Lc 1,26-27: Fue enviado el ángel Gabriel a María, virgen desposada con un varón llamado José.
Respondo: Que Cristo naciese de una virgen desposada fue conveniente por El mismo, por su Madre y también por nosotros. Por El mismo, por cuatro motivos: Primero, para que no fuese despreciado por los infieles como quien ha nacido de modo ilegítimo. De donde dice Ambrosio, In Lúe.: ¿Qué podría atribuirse a los judíos, qué a Herodes, si diesen la impresión de haber perseguido a un nacido de adulterio? Segundo: Para establecer su genealogía por la línea del varón, como era la costumbre. Por lo que escribe Ambrosio, In Lúe.: El que vino al mundo, conforme a la costumbre del mundo debió ser descrito. Y cuando alguien reivindica la grandeza de su linaje en el senado y en los otros estamentos de las ciudades, es requerida la persona de un varón. También la costumbre de las Escrituras nos instruye en la misma dirección, puesto que siempre buscan el origen del varón. Tercero: para tutela del Niño nacido, a fin de que el diablo no urdiese daños contra él con mayor ímpetu. Y por eso dice Ignacio que fue una virgen desposada, para que su parto quedase oculto al diablo. Cuarto: Para que fuese criado por José. Por eso fue llamado éste padre suyo, como quien le alimentó.
Fue conveniente también por parte de la Virgen. Primero: Porque de ese modo quedaba exenta de la pena y, como dice Jerónimo para que no fuese apedreada por los judíos como adúltera. Segundo: Para que así quedase libre de infamia. De donde dice Ambrosio, In Lúe.: Fue desposada para no ser quemada por la infamia de una virginidad violada, a la que parecía prestar una señal de violación el embarazo evidente. Tercero: Para que José le prestase sus servicios, como dice Jerónimo.
También fue conveniente por nuestra parte. Primero: Porque mediante este testimonio de José quedó comprobado que Cristo nació de una virgen. Por eso escribe Ambrosio, In Lúe.: Se presenta un testigo bien seguro del pudor, el marido, que podría dolerse tanto de la injuria como vengar la afrenta, si no fuese conocedor del misterio. Segundo: Porque así se hacen más dignas de fe las palabras de la Virgen Madre, cuando afirma su virginidad. De donde dice Ambrosio, In Lúe.: Se otorga mayor fe a las palabras de María, y se aleja cualquier causa de mentira. Pues daría la impresión de que una soltera encinta había querido ocultar su culpa con una mentira, mientras que, estando desposada, no tuvo motivo para mentir, puesto que el parto de las mujeres casadas es el premio del matrimonio y la gracia de las bodas. Y ambas cosas pertenecen a la firmeza de nuestra fe. Tercero: Para quitar una excusa a las doncellas que, por falta de cautela, no evitan su infamia. Por eso escribe Ambrosio: No convino dejar a las vírgenes que viven en mala opinión una sombra de excusa, porque también la Madre de Dios sería devorada por la infamia. Cuarto: Porque en esto está representada toda la Iglesia, que, siendo virgen, está, sin embargo, desposada con un solo varón, Cristo, como dice Agustín en el libro De sancta virginitate. Cabe todavía una quinta razón: La Madre de Dios fue desposada y virgen, para que en su persona fuesen honrados tanto la virginidad como el matrimonio, contra los herejes que denigran uno u otro de esos estados.
A las objeciones:
1. Debemos creer que la Santísima Virgen Madre de Dios, movida por un instinto del Espíritu Santo, con el que estaba familiarizada, quiso desposarse, confiando en que, con la ayuda de Dios, nunca llegaría a la unión carnal. Y eso lo dejó a la voluntad divina. Por lo que su virginidad no sufrió detrimento alguno.
2. Como escribe Ambrosio, In Lúe., el Señor prefirió que algunos dudasen de su nacimiento antes que del pudor de su Madre. Sabía lo delicada que es la vergüenza de una virgen, y lo escurridiza que es la fama del pudor, y no juzgó oportuno cimentar la fe de su nacimiento en las afrentas a su Madre.
Sin embargo, es necesario saber que, entre los milagros de Dios, unos son objeto de fe en sí mismos, como el milagro del parto virginal, el de la Resurrección del Señor y el del Sacramento del Altar. Y por eso quiso el Señor que fuesen más ocultos, a fin de que la fe en los mismos tuviese más mérito. Otros milagros, en cambio, están destinados a comprobar la fe. Y éstos deben ser manifiestos.
3. Como escribe Agustín, en III De Trin., el diablo puede realizar muchas cosas en virtud de las fuerzas de su propia naturaleza, pero son impedidas por el poder divino. Y, conforme a esto, se puede decir que el diablo, por sus propias fuerzas, era capaz de saber que la Madre de Dios no fue violada, sino que permaneció virgen; en cambio, Dios le impidió conocer el modo del parto divino.
Que después el diablo conociese, de algún modo, que Jesús era el Hijo de Dios, no es obstáculo, porque ya era el tiempo oportuno para que Cristo manifestase su poder contra el diablo y padeciese la persecución suscitada por éste. Pero durante la infancia era conveniente que la malicia del diablo estuviese reprimida, para que no le persiguiese con mayor encono, pues entonces no había dispuesto Cristo ni padecer ni revelar su poder, sino manifestarse semejante a los otros niños en todo. De donde dice el papa León, en un Sermón De Epiphania. Los Magos encontraron al Niño Jesús cuantitativamente pequeño, necesitado de ayudas ajenas, incapaz de hablar, y en nada distinto de la generalidad de la infancia humana.
Sin embargo, Ambrosio, In Lúe., da la impresión de relacionar esto con los miembros del diablo. Efectivamente, indicada la razón de engañar al príncipe de este mundo, añade: No obstante, engañó más a los príncipes de este mundo. La malicia de los demonios conoce fácilmente también las cosas ocultas, pero los dados a las vanidades del mundo son incapaces de conocer los secretos divinos.
4. En el juicio de los adúlteros era lapidada, conforme a la Ley, no sólo la mujer desposada o casada, sino también la que era guardada como virgen en la casa paterna con miras a un futuro matrimonio. Por eso se dice en Dt 22,20-21: Si la joven no es hallada virgen, la lapidarán los hombres de su ciudad, y morirá, porque cometió un delito en Israel, fornicando en la casa paterna.
O puede decirse, según el parecer de algunos, que la Santísima Virgen era de la descendencia o de la parentela de Aarón, por lo que estaba emparentada con Isabel, como se afirma en Lc 1,36. Y la virgen de linaje sacerdotal era muerta en caso de estupro, pues en Lev 21,9 se lee: La hija de un sacerdote, en caso de haber sido sorprendida en estupro, infamando el nombre de su padre, será entregada a las llamas.
Algunos aplican las palabras de Jerónimo a la lapidación de infamia.

Artículo 2: ¿Hubo verdadero matrimonio entre María y José?lat

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Objeciones por las que parece que entre María y José no existió verdadero matrimonio.
1. Porque dice Jerónimo, Contra Helvidium, José fue más custodio que marido de María. Pero, de haber existido verdadero matrimonio, José hubiera sido auténtico marido. Luego parece que entre María y José no hubo verdadero matrimonio.
2. Comentando las palabras de Mt 1,16, Jacob engendró a José, esposo de María, escribe Jerónimo: Al oír la palabra esposo, no surja en tu ánimo la sospecha de las bodas, sino recuerda el uso de la Escritura que llama maridos a los desposados y mujeres a las desposadas. Pero el matrimonio verdadero no surge de los desposorios sino de las bodas. Luego entre la Santísima Virgen y San José no existió verdadero matrimonio.
3. En Mt 1,19 se dice: José, su esposo, como era justo, y no quería conducirla —se entiende— a su casa para una cohabitación continua, quiso despedirla en secreto, esto es, aplacar el tiempo de las bodas, como explica Remigio. Luego parece que, no celebradas todavía las bodas, tampoco habría aún verdadero matrimonio; sobre todo, no estando permitido a nadie despedir a la esposa después de contraído matrimonio.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el II De consensu Evangelist.: No es posible que el Evangelista pensara romper el matrimonio entre José y María —llamando a José esposo de María— por el hecho de que ésta dio a luz a Cristo virginalmente, no en virtud del coito con José. Con tal ejemplo se insinúa claramente a los fieles casados que, incluso guardando continencia por común acuerdo, puede subsistir el matrimonio y llamarse tal sin la unión sexual de los cuerpos.
Respondo: Se llama verdadero al matrimonio porque ha conseguido su perfección. Ahora bien, la perfección de una cosa es doble: primera y segunda. La primera consiste en la misma forma de la cosa de la que obtiene su especie; la segunda se concreta en la operación de tal cosa mediante la cual alcanza de algún modo su fin. Y la forma del matrimonio consiste en una unión indivisible de las almas, en virtud de la cual cada uno de los cónyuges se compromete a guardar indivisiblemente fidelidad al otro. Pero el fin del matrimonio es la procreación y educación de los hijos. Lo primero se logra por medio de la cópula conyugal; lo segundo, mediante otras obras del marido y de la mujer, con las que se ayudan mutuamente para criar a los hijos.
Se impone, por consiguiente, decir que, en cuanto a la primera perfección, el matrimonio de la Virgen Madre de Dios con José fue enteramente verdadero, porque consintieron ambos en la unión conyugal, aunque no expresamente en la cópula carnal, sino a condición de que eso pluguiese a Dios. Por eso el ángel llama a María esposa de José cuando le dice a éste, en Mt 1,20: No temas recibir en tu casa a María, tu esposa. Exponiendo este pasaje Agustín, dice en su libro De nuptiis et concupiscentia: En virtud de la fidelidad inicial de los desposorios llama esposa a la que no había conocido, ni había de conocer, por la cópula carnal.
En lo que atañe a la segunda perfección, que se logra por el acto del matrimonio, si éste se refiere a la unión carnal mediante la que se engendran los hijos, aquel matrimonio no fue consumado. Por lo que dice Ambrosio In Lúe.: No te inquiete el que la Escritura llame a María esposa. La celebración de las bodas no es una declaración de la pérdida de la virginidad, sino un testimonio del matrimonio. Sin embargo, aquel matrimonio tuvo también la segunda perfección en cuanto a la educación de la prole. Por esto dice Agustín en el libro De nuptiis et concupiscentia: Todos los bienes de las bodas tuvieron su cumplimiento en los padres de Cristo: La prole, la fidelidad y el sacramento. Reconocemos la prole en el mismo Señor Jesús; la fidelidad, en que no hubo adulterio alguno; el sacramento, porque tampoco se dio divorcio de ninguna clase. Sólo estuvo ausente de él la cópula conjugal.
A las objeciones:
1. En el pasaje mencionado, Jerónimo da a la palabra marido el sentido que se deriva del matrimonio consumado.
2. Jerónimo llama bodas a la cópula conyugal.
3. Como enseña el Crisóstomo, Super Matth.: La Santísima Virgen estuvo desposada con José de tal modo que también la tuvo en su casa. Pues como respecto de la que concibe en casa de su esposo se entiende que concibe de su marido, así la que concibe fuera de la casa sugiere una unión sospechosa. Y, de esta manera, no se hubieran tomado las precauciones suficientes respecto a la fama de la Santísima Virgen si José no la hubiera tenido también en su casa. Por lo que las palabras y no queriendo conducirla (a su casa) se entienden mejor así: no queriendo difamarla públicamente, que referidas a la conducción a la casa de José. Por eso añade el Evangelista: Quiso repudiarla en secreto. Sin embargo, aunque la tuviera en su casa en virtud de la fe inicial de los esponsales, todavía no se había realizado la celebración solemne de las bodas, por lo que aún no había mediado entre ellos la unión carnal. De donde, como escribe el Crisóstomo, el Evangelista no dice: antes de que fuera conducida a la casa de su esposo, pues ya vivía en ella, porque los antiguos acostumbraban muchas veces a tener a las desposadas en casa del marido. Y por este motivo dice el ángel a José (Mt 1,20): No temas recibir a María como esposa; esto es: no temas celebrar solemnemente las bodas. Aunque otros digan que todavía no había sido llevada a su casa, sino que sólo estaba desposada, lo primero concuerda mejor con el Evangelio.

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7.Oración

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompaña.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
"No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna".
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!


¿Dónde
está ya el mediodía luminoso en
que Gabriel, desde el marco del
dintel, te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.


Gerardo Diego

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