La boda de Caná

 00.Boda de Cana detalle del fresco Monasterio de San Nicolas Anapausas Meteora Grecia 1527

 

 

 

 

  

1-Introducción


Es difícil todavía encontrar un lector que no haya oído hablar de la Boda de Caná. Se trata de un importante suceso en la vida de Cristo, su iniciación a la vida pública, según san Juan. Cuenta el cuarto evangelista que, tras ser bautizado por su primo Juan el Bautista, éste, “fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios»” (Jn 1,36). Y, a partir de esta escena, Jesús recluta a sus primeros discípulos. 

2.-La historia


Tras su llamada e invitación a seguirle, Jesús regresa a Galilea, con los suyos. Allí le esperaba su madre y le comunica que han sido invitados a una boda que se celebrará tres días más tarde en una población cercana, Caná. Y, llegado el momento, allí van María, Jesús y sus recientes seguidores.

Como ocurriría en un festejo semejante hoy día, las actitudes de María, por un lado, y de Jesús y sus nuevos amigos, por otro, son muy distintas. Mientras éstos disfrutan de la comida, la conversación y el ambiente festivo, María escruta atentamente lo que sucede a su alrededor. Concretamente, percibe que los servidores están perplejos ante el hecho de que el vino se ha terminado y no pueden atender las peticiones de las mesas.

María se da cuenta de ello y se percata del obligado bochorno que esta noticia va a suponer a los novios. Pero tantos años de vida con su hijo le han enseñado que, con él al lado, los problemas mundanos se sobrellevan de otra manera y, dirigiéndose decidida a su hijo, le dice: «No tienen vino» (Jn 2, 3).

A continuación tiene lugar una escena tan absolutamente normal que extraña en la Sagrada familia, de la que esperamos que, por ser santa, sea también rara: Jesús protesta ante la petición que esa observación lleva implícita y su madre, que parece estar acostumbrada a estas reacciones de su hijo, sin aparentemente prestarle atención, “dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga» (2,5).

Jesús también debía conocer cómo terminaban en su casa estas conversaciones con su madre porque, sin añadir más palabras, da instrucciones a los sirvientes de que llenen de agua unos cántaros que había por allí y que sirvan las peticiones que reciban. No es difícil imaginar lo que pensaron los sirvientes, por lo que, antes de seguir más las palabras que les dirigía aquél invitado que los hablaba tras haberse agotado el vino, se dirigieron al encargado para recibir instrucciones.

«El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo  y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora» (2, 9s)

Y de este modo, forzado por su madre, Jesús realiza su primer milagro conocido, manifiesta su poder, fortalece la fe de sus amigos en él, e inicia una historia imparable que le llevará a la cruz y la glorificación definitiva por su Padre.  

3-Los textos

A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”
(Jn 2, 1-11).  

4.-La leyenda


La ubicación de Caná no goza de una opinión unánime entre los estudiosos. Parece que se encontraba a una distancia que podía ser recorrida en hora y media, al norte de Nazaret, en el arco circular comprendido a esa distancia entre el noroeste y noreste.

Según una tradición de la iglesia ortodoxa griega, que aparece documentada a mediados del siglo XIV, el novio de la boda fue uno de los doce apóstoles, concretamente Simon Cananeo, (cuyo apodo parece indicar el origen de Caná), opinión que harán suya los franciscanos tres siglos después.

Las singularidades evidentes de este suceso (primer milagro de Jesús, y forzado por la intercesión de su madre a favor de un tercero) ha hecho que, desde el principio, su estudio despertara muchas cuestiones que el Evangelio ni siquiera parece preocuparse por ellas.

Las lecturas bíblicas, esas que escuchamos como “Palabra de Dios”, permiten ser escrutadas desde varios puntos de vista:
• De forma literal, como relato claro y sencillo que cualquiera puede entender y contar, y
• Según su sentido simbólico, para el que quiera investigar y desentrañar y entender más.

Buscando esta última significación la lectura del texto evangélico ha despertado algunas preguntas, que parecen surgir espontáneamente tras la lectura:
1. ¿Qué relaciones les unían con la Sagrada Familia? ¿Amistad con Jesús o con sus padres?
2. ¿Qué papel desempeñaba la Virgen en el acontecimiento?
3. ¿Quiénes son los novios?
4. Parece raro que los cántaros del agua estuviesen también vacíos cuando hay un evento tan importante que atender
5. ¿Cuál es la causa real de que se produzca esta falta de vino?

40.1.icono de la Boda de Cana

1. ¿Qué relaciones les unían con la Sagrada Familia? ¿Amistad con Jesús o con sus padres?
Dado el papel que la Virgen va a desempeñar en esta boda, no parece atrevido pensar que la relación de la Sagrada Familia con los novios está establecida a través de la Virgen. Se conduce con los criados como quien tiene cierto “imperium” sobre ellos, y ellos obedecen como ante alguien conocido y reconocido como parte interesada en el convite de la boda.

2.-¿Qué papel desempeñaba la Virgen en el acontecimiento?
Ese “haced lo que Él os diga” no parece propio de un amigo ocasional. Se ha especulado con una especial relación con los novios que vendría por el lado de José, que a estas fechas parece que ya había muerto. En efecto, José desposó a María cuando era viudo y se sabe que aportó a la familia con María cuatro hijos y varias hermanas:
«¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» (Marcos 6:3)

Consecuentemente con su papel destacado en la ceremonia Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. (Juan 2:2).

Siguiendo con este ejercicio de especular es posible afirmar que uno de los novios era hijo de las primeras nupcias de José. Es decir, María era la madrastra de uno de los novios y, con ello, se justifica que fuera informada de cualquier acontecimiento que se saliera del cauce normal de una boda. Y se comprende que no dudara en dirigirse a Jesús en demanda de auxilio eficaz.

3-¿Quién era el novio o novia?
La tradición ortodoxa, siguiendo una pequeña “pista" asocia el nombre del novio con el apóstol Simón el Cananeo, también llamado Simón el Zelota o, simplemente, Simón. Había nacido en Caná y, de ahí, ese apodo “cananeo”

4-Parece raro que los cántaros del agua estuviesen también vacíos cuando hay un evento tan importante que atender.
Precisamente este aspecto de la cuestión, una vez que consideramos que estamos ante el primer signo de la gloria de Jesús, es el más fácil de encontrar adecuado y casi obligado. Incluso parece lógico que la conversión del agua en vino se hiciese tras llenar las vasijas públicamente de agua. En efecto, qué más se necesitaría para evidenciar a los testigos, en especial a los discípulos, de que Jesús posee poderes extraordinarios. Éstos y los criados, han conocido todo el proceso: han oído a María la alarma de la escasez de vino; han visto cómo pedía a Jesús su intervención; han notado, por la respuesta de Jesús, «Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4), que se le demandaba una intervención extraordinaria que Él no quería hacer; han visto las vasijas vacías y a los criados llenarlas de agua; finalmente, han escuchado la orden «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo» (2,8) y conocido el resultado del escrutinio: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Juan dice que se había cumplido el objetivo:
«Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él»

Así, en las bodas de Caná, según la Tradición, Simón el Zelote se convierte en el novio, y una de las hermanastras (no nativas) de Jesús (tal vez Marta, tal vez Ester, pero esto es inexacto) se convierte en la novia. Jesús es invitado al matrimonio como pariente de la novia. La Madre de Dios dispone de los siervos por derecho de la madre plantada de su hijastra (la novia de Simón). El vino se está acabando, muy probablemente debido a los estudiantes. Y se vierte agua en vasijas para que los ministros se convenzan de que esto es realmente un milagro.

5-¿Cuál es la causa real de que se produzca esta falta de vino?
Si aplicamos al desarrollo que conocemos por Juan la lógica de Sherlock Holmes, en cualquiera de las cortas novelas que nos ha trasmitido su fiel Watson, sólo hay tres respuestas posibles:

• El mayordomo de la fiesta tiene la culpa (involuntaria, derivada de un mal aprendizaje de la aritmética en la escuela).
• La culpa es del novio, como consecuencia de la pobreza de la familia de Simón el Zelote
• De Jesús, que ha acudido a la boda acompañado por cinco amigos que, por su número y capacidad de beber, han superado los cálculos hechos por el novio

Un análisis de cada una, permite decir:

• No parece que el mayordomo haya tenido arte en la preparación del vino. De hecho, manifiesta su sorpresa por el orden en que se ha sacado el vino bueno. No conocía en absoluto el vino que había.
• Tampoco la segunda respuesta posible presenta gran consistencia. La familia del novio no era pobre, como se desprende del hecho de la existencia de criados.
• La lógica antes mencionada lleva a concluir que si hay tres respuestas posibles y dos de ellas deben descartarse, la causa de la falta de vino viene dada por la tercera. En definitiva, es preciso decir que fue Jesús, que ha acudido a la boda acompañado por cinco amigos, quien, con su número y/o capacidad de beber, ha desbordado los cálculos de consumo de vino hechos para la ceremonia. 

5.-La iconografía

 

5.1.-La iconografía de los primeros siglos


El gesto de Jesús, transformando el agua en vino, aporta un símbolo claro para la primitiva Iglesia: Cristo trae la nueva Alianza que sustituye a la mosaica del Sinaí; Cristo es el nuevo Moisés. Si Moisés –símbolo de la Alianza del Antiguo Testamento-- convirtió el agua del Nilo en sangre, Cristo --que trae la Nueva Alianza del Nuevo Testamento-- convierte el agua en vino, símbolo del Reino definitivo.

Este primer milagro de su vida pública, relatado en el segundo capítulo del Evangelio de san Juan, es recogido ya en los osarios y sarcófagos de las catacumbas romanas, desde el siglo III.
La figuración no puede ser más escueta: un hombre joven, un gesto, unos cántaros de agua. El espectador que mira con fe y sabiduría es capaz de rellenar el episodio de Caná: apóstoles e invitados a la boda; la Virgen María en diálogo con su hijo; unos sirvientes; el maestresala probando el “agua” nueva; etc.

Con una asombrosa simplicidad, el artista deja al espectador solo ante el milagro.

51.1.0.Boda en Cana Dibujo del fondo dorado de una vasija ritual de vidrio catacumbas romanas siglos III IV

 

 

 

51.1.Boda en Caná. Dibujo del fondo dorado de una vasija ritual de vidrio procedente de las catacumbas romanas. Siglos III-IV

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 51.2.Matrimonio en Caná. Placa tallada de la silla del arzobispo. Maximiano. 546–556 (Museo Arzobispal. Rávena)

 

 51.2.Boda en Caná. Placa tallada de la silla del arzobispo. Maximiano. 546–556 (Museo Arzobispal. Rávena)

  

Existe Rávena, en el museo arzobispal, un marfil datado en el siglo VI, que presenta la Boda de Caná con detalles más enriquecedores. En la imagen adjunta ya pueden verse aguadores que, podemos pensar, escuchan a la Virgen decir “Haced lo que Él os diga”
.

Más adelante, a partir del siglo VIII, veremos un desarrollo de esta escena que paulatinamente va incorporando personajes y adornos: los novios, más invitados, el maestresala que probará el nuevo vino, etc.

 

 

 

 

 51.3.Matrimonio en Caná. Miniatura del Evangelio de Trebisonda. 2 ° piso siglo 10 (RNB. Griego. 21. L. 2)

 

Por ejemplo, datado en el siglo X, podemos ver el evento de Caná representado en dos escenas, puestas una encima de otra.

 

En la superior, a la izquierda, se distinguir a la Madre de Jesús dirigiéndose en actitud de súplica (las manos extendidas) a quien sólo puede ser su hijo (en la imagen presente parece distinguirse un nimbo con cruz, propio de Jesús, a la altura de la cabeza del personaje a quien se dirige la Virgen).

En la inferior aparece Cristo (obsérvese el halo de santidad que sólo Él lleva) dirigiéndose a cuatro personajes que tiene cuatro cántaros ante ellos.

 

51.3.Boda en Caná. Miniatura del Evangelio de Trebisonda. Siglo X (RNB. Griego. 21 L. 2)

 

 

 

 

 51.4.Boda de cana Vitrail Chartres Siglo XIII

Pocos siglos después ya se aprecia el gusto por los detalles propios del arte occidental,  y así podemos contemplarlo en la vidriera de la catedral de Chartres.

 

La escena de la boda se adorna con los novios y convidados luciendo ropajes acordes con el momento festivo, y una mesa bien servida de viandas , plato, vasos, etc.

 

 

 

 

51.4.Boda de Caná_Vitrail Chartres _Siglo XIII.jpg

 

 

5.2.-La iconografía en Oriente

52.1.Boda en Cana Miniatura sigloXIII (Iver. 5.Fol. 363)Una miniatura del siglo XIII nos ayudará a contemplar los elementos figurativos y decorativos que podríamos calificar de canónicos en la iconografía de La Boda de Caná. Los personajes principales son siempre La Virgen, Jesús, los novios y los aguadores o criados. Eventualmente, el mayordomo que debe probar el vino que le presentan los criados. La figuración es más variada, afectando al tamaño de la mesa, la disposición de los personajes, el número de criados y el de vasijas, el menaje que aparece encima de la mesa, etc.

María y Jesús mantienen el diálogo entre ellos con total discreción, cosa que se significa claramente por la posición algo atrasada respecto a su hijo, como en un segundo plano respecto a los comensales, en óptima posición para comunicarse con su Hijo, hablándole al oído.

En este icono se ven simultáneamente dos escenas, perfectamente distinguibles. En el lado izquierda, Jesús recibe la confidencia de su madre; en el derecho se ve a Jesús con el gesto característico de dirigirse a los criados con su brazo derecho extendido señalando las vasijas del agua.

Los novios presiden la mesa, vestidos como un rey y como una reina, manteniendo una actitud distanciada de cualquier problema, como exige el pacífico disfrute de su enlace matrimonial.

Los aguadores, en actitud de llenar las vasijas de agua, siempre al lado de Jesús en el momento de recibir sus instrucciones.

La figuración, como es de rigor en el canon iconográfico, aparece aplanada, sin buscar profundidad ni perspectiva alguna. Ni siquiera se observa aquí la perspectiva inversa tan propia del arte iconográfico. Como en todo icono, la escena evoca un rico contenido simbólico. 

5.3.-La iconografía en Occidente

 53.1. Boda de Cana detalle Giotto di Bondone (1267 1337)

Boda en Caná de Galilea. Giotto de Bondone

El icono presente, la Boda-de-Cana, de _Giotto-di-Bondone_(1267-1337), nos muestra las aportaciones “realistas”, tan propias de la pintura occidental, que los artistas hacen al clásico icono de la Boda de Caná.

Sobre una figuración canónica, con los novios presidiendo la mesa, con Jesús y María en plano destacado, los invitados completando la figuración en mayor o menor número y los criados llenando las vasijas con agua, la decoración ha prestado atención a multitud de detalles.

En este fresco de Giotto, Jesús, sentado junto al novio, cubre con Pedro el borde izquierdo de la mesa en forma de L que preside el banquete, mientras el lado frontal está ocupado por la novia, flanqueada por la Virgen y una joven. Hay cuatro invitados en total, el resto, exceptuando los novios,  es personal auxiliar. Los hechos narrados en el Evangelio se presentan como a paso acelerado: Jesús bendice el agua, con la que los criados acaban de llenar los cántaros y, a la derecha, el mayordomo ya prueba el vino milagroso y mira interrogante a los dueños

Una clara perspectiva con el punto de fuga en el fondo infinito del cuadro abre éste al espectador; aunque la habitación está abierta al cielo, un friso indica que se trata de una habitación cerrada; grandes cortinas o tapices rojos cubren las paredes; Jesús es presentado haciendo un gesto de bendición al agua que le muestra una criada; el maestresala está probando el vino que la han llevado los criados; la novia, que ocupa un lugar central en el cuadro, viste un lujoso hábito rojo; también el vestido de la Virgen, sentada al lado de la novia, muestra rico colorido; se observa un personaje con nimbo de santidad en la esquina izquierda de la mesa, con toda probabilidad el apóstol Pedro, uno de los invitados que aporta Jesús.

Tres siglos después, en el XVI, el italiano Paolo Veronesse dibuja en su taller el suceso de Caná.

53.2.Boda de Cana detalle Paolo Veronese SigloXVIEl artista, consciente de que el matrimonio en Caná de Galilea es un evento de la máxima importancia, pues allí Jesús da comienzo a su ministerio público y muestra su poder divino, quiere dar a su trabajo una dimensión artística acorde con la dimensión teológica del suceso histórico. Quizás por eso, su cuadro Boda de Caná pinta una escena que trasforma lo que fue una modesta boda de pueblo en una suntuosa fiesta veneciana. Donde Giotto apenas había llegado a una docena de personajes, Veronesse pinta más de cien invitados, presidios por una pareja real: Los novios son el rey Francisco I de Francia y su esposa. Entre los cien, sólo el personaje de Cristo mira claramente al espectador.

El lienzo de Veronesse es el de mayor magnitud que se encuentra en el Louvre desde que Napoleón lo llevó desde Venecia, Italia.

6.-El icono

60.1Boda de Cana detalle del fresco Monasterio de San Nicolas Anapausas Meteora Grecia 1527
Boda-de-Cana_fresco-Monasterio-de-San-Nicolas-Anapausas_Meteora-Grecia_1527

Vamos a examinar con cierto detenimiento el fresco de la Boda de Caná que, datado en 1527, figura en el conjunto ornamental del Monasterio de san Nicolás Anapausa, en Meteora, Grecia.

Como es de esperar, el arte oriental que guarda la Iglesia Ortodoxa griega protege el conjunto canónico del icono de la Boda de Caná y, así, el número de personajes permanece muy determinado: María y Jesús, los novios, los invitados y aguadores. Nada que ver con los cuadros de tema semejante que se escribían en Italia en el siglo XVI, como los de Tintoretto o Veronesse, éste visto en el punto anterior.

María y Jesús aparecen en primer plano en el momento en que cruzan el diálogo sobre la falta de vino. El brazo derecho de la madre mantiene el gesto universal de petición, extendido y con la palma de la mano hacia arriba, y Jesús gira la cabeza hacia ella en claro gesto de atención, al mismo tiempo que su brazo derecho señala las vasijas vacías que un criado está llenando de agua. Ambos están identificados por sus inscripciones ordinarias: Meter Theou ("Madre de Dios") para María, y Iesous Khristos para Jesús, que, además, tiene la aureola cruciforme propia de Él.

En el dibujo, Jesús no es un invitado más. Su posición –la más cercana al espectador—y, sobre todo, el asiento con cojín y estrado para los pies resaltan su excelsa dignidad.

El novio preside la mesa, sentado en el centro de ésta y adornado con corona real. No así la novia, sentada a su derecha y acompañada a su lado por una dama de honor.

60.3.Boda de Cana detalle de aguador del fresco Monasterio de San Nicolas Anapausas Meteora Grecia 1527 Los cuatro invitados se sientan en el lado de la mesa que está a la izquierda del novio. No hay atisbo de que alguno de ellos sea uno de los apóstoles: ni el número coincide con los discípulos que siguieron a Jesús desde el primer día, ni alguno de ellos está dotado de aureola de santidad como sería si el autor hubiese querido pintar a Pedro, Santiago o Juan.

El número de criados señala la voluntad del autor de reflejar un hogar doméstico sencillo. Aparecen apenas los imprescindibles para recoger los gestos necesarios de rellenar de agua las vasijas vacías y llevar la prueba de vino al maestresala, eventos concretos que cuenta san Juan en su Evangelio.

Las figuras están pintadas con detalles que muestran cómo el artista pertenece a una escuela que comienza a alejarse del puro arte bizantino y deja penetrar en ella el gusto occidental. La figura del aguador, que podemos ver al lado, muestra un vestido con suma atención a los pliegues, y sus adornos. Las correas de las sandalias, la cenefa dorada y con dibujo que adorna el vestido, y el manto rojo que, apoyado en su hombro, le ayuda a sostener el cántaro que trasporta desde la fuente a las vasijas, tiene un marcado gusto por el “realismo” propio del arte occidental

 

El uso de la perspectiva en este fresco no es frecuente. Utiliza dos puntos de fuga distintos: perspectiva normal, con punto de fuga tras la pintura, para los edificios, la mesa y los personajes invitados; y perspectiva inversa, con punto de fuga del lado del espectador, para el mueble donde está sentado Cristo y aquél que, a modo de mesita auxiliar, sostiene vaso y jarra de agua para el servicio de la mesa.  

7.-Reflexión teológica


El contexto del relato de Juan es una boda, pero la historia remite a un escenario más amplio, decididamente más universal. Es la naturaleza humana, herida por el pecado, dominada por una debilidad esencial, la que carece de vino. No hay fiesta, afán, camino o meta que no culmine en pura impotencia… Nada nos satisface completamente. Lo expresaba san Agustín, diciendo «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».

El vino aparece como símbolo de los bienes mesiánicos y, por ello, está presente en todas las actividades humana como aspiración, como meta permanentemente inalcanzable. Es una experiencia humana universal la falta de vino, esa íntima insatisfacción al final del camino, cuando la fatiga, la desilusión, el alto precio pagado por llegar, nos da cuenta de lo inaccesible que es la meta propuesta, y lo imposible en conformarnos con menos.

Es una experiencia común que nuestras fiestas permanecen siempre incompletas, porque el vino se acaba siempre y su falta sólo revela la necesidad de que nuestra satisfacción –nuestra salvación—venga de fuera.

La contemplación del icono nos presenta a Jesús como fuente del vino, con fuerza para cambiar nuestra vida/agua por su gracia/vino. Nos presenta también a María como una “omnipotencia suplicante” que intermedia entre nosotros y su Hijo. A Éste le dice “No tienen vino”; a nosotros, “Haced lo que Él os diga”.

La ceremonia nupcial, la boda, es un símbolo expreso de la Alianza de Yhavé con su pueblo, según manifiesta el profeta Oseas:
Le pediré cuentas de los días en que quemaba incienso a los ídolos. Ataviada con su anillo y su collar, corría detrás de sus amantes, y a mí, me olvidaba» —oráculo del Señor—.
«Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón, le entrego allí mismo sus viñedos, y hago del valle de Acor una puerta de esperanza. Allí responderá como en los días de su juventud, como el día de su salida de Egipto. Aquel día —oráculo del Señor— me llamarás “esposo mío”, y ya no me llamarás “mi amo”. Apartaré de su boca los nombres de los baales, y no serán ya recordados por su nombre. Aquel día haré una alianza en su favor, con las bestias del campo, con las aves del cielo, y los reptiles del suelo. Quebraré arco y espada y eliminaré la guerra del país, y haré que duerman seguros. Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo | en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor (Os 2, 14-22).
 

Lo primero que hayamos en el relato es el contexto en el que se desarrolla la acción. Nos encontramos en una boda. La boda en el Antiguo Testamento hace referencia a la unión o Alianza entre Yahveh y su Pueblo. En este ambiente, se destacan una serie de personajes que están invitados a la boda: Jesús y su madre, convertidos en los personajes principales, más los discípulos.

En la tradición ortodoxa, este episodio justifica la atribución a María de intercesora celestial, que reza por los hombres como “omnipotencia suplicante”, sentada a la derecha de su Hijo. Asimismo, la Iglesia también enseña que, si el cambio del agua en vino simboliza la transformación de la vida cotidiana familiar en una fiesta, su presencia en la boda de Caná garantiza los cambios que se producirán en en los futuros cónyuges, que serán “una sola carne” (Gen 2, 24)

En un momento determinado, falta el vino. Es decir, la Alianza está en peligro porque escasea un elemento esencial que es el vino, que es Cristo. El agua simboliza a las instituciones judías, a la Antigua Alianza, y las vasijas vacías su acabamiento. Jesús, al ordenar llenar las tinajas de agua, muestra que no abroga la Alianza de Moisés, de Yahvé con el pueblo judío, sino que la trasforma en algo nuevo, en su Nueva Alianza que trae la Salvación para todas las naciones.

Las palabras del mayordomo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora», expresan que hay un poder capaz de cambiar la realidad por algo nuevo que no se acaba, porque la Alianza de Jesús perdurará hasta el fin de los tiempos.

Y en ese cambio trascendental la Madre de Dios desempeña un papel esencial: ella se da cuenta del peligro que se avecina, prevé cuál debe ser el remedio, “fuerza” la intervención decisiva de su Hijo y da instrucciones de actuación a los criados. Todo ello es símbolo grandioso de su permanente actuación en la Historia de la Salvación, aquella que hubo en los tiempos de Jesús, y la que hay ahora, en nuestro tiempo.

La Antigua Alianza ya no es efectiva porque en repetidas ocasiones el Pueblo ha roto dicha Alianza. La recomposición de la amistad no está al alcance de los judíos y Dios toma la iniciativa ofreciendo una Alianza definitiva garantizada por el mismo Hijo de Dios, que será quien personalmente la merezca ante Dios Padre.

Si en Caná Jesús hace ver que todavía no ha llegado su hora de consumar la Nueva Alianza, nosotros vivimos ya dos mil años tras la consumación de ella con la muerte y resurrección de Jesús. Si María no entendió entonces las palabras de Jesús, ahora ya vive para nosotros las que diría apenas unos años después: “Ahí tienes a tu hijo”. Y tanto entonces como hoy tienen plena vigencia sus palabras a los criados y que hoy nos dirige a nosotros: “Haced lo que Él os diga”.

Esta escena de Caná nos muestra algunas líneas maestras de la Historia de la Salvación. En ella, desde el momento de la Encarnación, María ha sido insertada de manera definitiva. El Mesías es y será siempre el Mesías para cada generación. Nuestra vida con ellos presentes será una fiesta de boda. 

 

8.-Oración

María aparece como intercesora de los novios, que aún no conocen los motivos de preocupación por la falta de vino, ante Jesús, de quien ella conoce poseedor de poder suficiente para arreglar la situación. Una situación –la falta de vino-- que es común y frecuente en nuestra vida, que de continuo nos ve insatisfechos aún en lo que parece éxito; temerosos por un acontecer que se presenta amenazante; o preocupados por signos de creciente debilidad, aunque sean propios del cumplimiento de los años. El hombre respira en una atmósfera de temor a la muerte, que la ve en sus fracasos, en sus escasos ingresos, en la ausencia de verdadera amistad en sus relaciones, en la falta de un amor que le llene la vida y colme sus ansias de Dios.

Los cristianos, que sufrimos esas debilidades, acudimos a María llamándola “abogada nuestra” porque sabemos que así habla ella de nuestros problemas al oído de Jesús. Ahora es un buen momento para recordarle que estamos como los novios de Caná, faltos de vino.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.

¡Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre!

¡Oh, clementísima! ¡Oh, piadosa!
¡Oh, dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.